Comparados
con la mayoría de los demás temperamentos, los pálidos
hijos de la Luna son un respiro de paz, tranquilidad
y dulce caos, aunque no de superficialidad.
Los
lunares son los poetas de la tribu; la antigua asociaci�n entre la
Luna y los artistas ten�a
algo de verdad, como demostraron las estad�sticas de Gauquelin.
Tanto
en la vida privada como en la p�blica, el lunar se caracteriza por
el desorden m�s completo. Es capaz de ir desali�ado a cualquier parte,
y el d�a en que ordene su casa sabremos que
el Apocalipsis por fin ha
llegado.
Habitante
eterno de las mesas de caf� a la madrugada, no puede vivir sin ver
la parte po�tica de todos los asuntos. Ser�a adorable sino fuera porque,
como dijimos, demasiadas veces todo esto tambi�n es una p�tina. De
todas maneras, existen muchos artistas verdaderos nacidos bajo este
astro.
Sentimentales
y ciclot�micos, son buenos ejemplos de lo que com�nmente se conoce
como �lun�ticos�.
Su
especial sensibilidad y ductilidad para asumir simult�neamente los
roles de padre, madre, esposo/a, hijo/a, amigo/a, amigovio/a, amante,
etc. los hace ser queridos,
y es un temperamento particularmente adicto a la mesa bien puesta
(recordemos que la Gastronom�a es tambi�n un arte, despu�s de todo).
Les
cuesta moverse de cualquier silla y aman la cama como a su madre.
Lo
milagroso de este temperamento es que, juntamente con los jupiterianos,
son los �nicos capaces de hallar o a�n crear belleza en el medio mismo
del caos exterior m�s completo, como puede ser su casa.
Peor todav�a, se sienten m�s relajados en medio de un cierto desbarajuste.
Acerca
de los niveles del desorden hogare�o a los que puede llegar un lunar,
s�lo se puede decir que dentro de sus casas siempre es posible encontrar
los restos de alguien que alguna vez entr� all� y se perdi� para siempre,
entre el tumulto de las cosas tiradas por todas partes.
Como
el mercuriano, el lunar ama lo superficial, lo banal y la moda.
Adora salir de compras, lo que constituye su mejor terapia antidepresiva...
cosa que necesita a menudo, pues los estados de melancol�a y apat�a
son bastante familiares a los lunares.
Pero
a estos estados de tonter�a aguda siguen unos picos de m�xima intensidad
y sutileza, que nad�sima tienen que ver con lo anterior.
En esos momentos, el lunar parece conectarse de pronto con todo lo
m�gico del cosmos, cree encontrarse de nuevo entero a s� mismo y siente
unas agudas ganas de registrar el milagro que est� sucediendo, bajo
la forma de una melod�a, poema o pintura.
As�,
entonces, el lunar no puede tener la menor idea de qui�n se trata
realmente el individuo que vive en su mismo cr�neo: �es el que no
tiene energ�a para enfrentar a este mundo insensible y fantasmag�rico?
�o el que es capaz de transfigurar un viento c�smico en una frase
llena de magia?
De
hecho, la Luna no s�lo ha sido ligada por los siglos a sus antiguas
significaciones de la noche, el misterio, o los poetas, sino tambi�n,
y sobre todo, a la de la Magia.
Toda
tendencia a pronunciar frases po�ticas, rom�nticas, sentimentales,
con aromas cursibarrocos, en el momento m�s descolgado y en el lugar
menos adecuado, puede ser tomada como una manifestaci�n del temperamento
lunar.