Por su importancia, nos extenderemos un poco al analizar
al que es, a la vez, el m�s gracioso y el m�s terrible de todos los
temperamentos c�smicos: el jupiteriano.
El mejor ejemplo de una cultura intensamente jupiteriana
la constituy� Roma bajo su aspecto imperial y luego eclesi�stico,
y a�n siguen si�ndolo los italianos... y lo curioso del caso es que
el principal dios de los romanos era, precisamente, J�piter.
El jupiteriano es, sobre todo, un superego, un superstar,
un ser que cuando escucha un grandioso himno coral, cae en variados
�xtasis en los que se ve a s� mismo sentado en un trono ol�mpico,
desde donde mira a todos los dem�s mortales, como a unos pobres gusanos
envidiosos.
Pero luego �l mismo puede re�rse de esas fantas�as,
y es precisamente eso lo que lo torna adorable.
La burla c�nica es la m�s afilada de las armas del
jupiteriano; pero, incre�blemente, �l puede dirigir esos ca�ones hacia
s� mismo. En verdad, la capacidad que el jupiteriano tiene de re�rse
de sus propias ridiculeces lo salva de ser condenado al Infierno por
todos los que lo conocen.
Vive convencido de que lo que �l est� haciendo es
�nico y lo m�s importante y que los dem�s deber�an limitarse a ayudarlo,
admirarlo o a aplaudir, en todo caso.
El jupiteriano es el eterno fugitivo de su propio
delirio.
Respecto del jupiteriano de todos los d�as - �se al
que hay que soportar en vivo y en directo - se puede decir de �l que
no hay nada en el mundo que pueda convencerlo de que no es
un genio; y lo peor de todo es que demasiadas veces,
lo son.
Es decir, la inspiraci�n, o el milagro,
o lo que sea, suele apoderarse de �l cuando menos se piensa;
y �sta es, precisamente, la paradoja jupiteriana: �c�mo un ser
en general tan ca�tico y desastroso puede tener momentos de tanto
encanto y belleza?
Adem�s, posee un don innato, que suele ser muy agradecido
por la humanidad doliente: el don de hacer re�r, voluntaria o involuntariamente.
Los lunares son sus parientes cercanos en estos fen�menos,
pero mientras los hijos de la Luna canalizan la posibilidad
de la Magia a trav�s de la poes�a, la pl�stica o aun la m�sica, el
jupiteriano lo hace a trav�s de la performance, en una fiesta, sobre
las tablas, en una conferencia, p�lpito o mitin pol�tico. Cuando su
inspiraci�n no se disipa y se plasma a trav�s del cine, del teatro
o de cualquier arte de acci�n, el jupiteriano hace historia con uno
solo de esos momentos ang�licos (y/o demon�acos, como hemos visto).
El asco que la gente suele sentir por la autosuficiencia
jupiteriana se suele convertir en admiraci�n cuando ve la Magia
derram�ndose a trav�s de �l.
El jupiteriano suele ser objeto de envidia y
l�stima en forma simult�nea.
Contradictorio segundo a segundo, podr�a sentirse
igualmente identificado con todos los temperamentos descriptos
en este libro; de hecho, si algo as� le est� sucediendo al que est�
leyendo estas l�neas, no deber�a dudar de que este planeta es m�s
importante en su vida de lo que se imagina.
Por �ltimo, el jupiteriano es el ser ritual�stico
por naturaleza, supersticioso, aventurero, gigol�, jugador (�es el
arquetipo del tah�r!), tao�sta y fan�tico de lo que venga, siendo
su frase interior clave:
"En el Universo no hay
nada verdaderamente puro ni impuro, as� que todo vale... la vida debe
ser vivida a full mientras las estrellas nos bendigan...porque uno
nunca sabe, y al final, todo puede ser una mentira, incluso lo que
acabo de decir."