“Desantropomorfizándonos”
Se podría definir la morfogénesis como la evolución
de un campo vibratorio en un proceso de formación de patrones
auto-organizados.
Podemos pensar en tres procesos similares de morfogénesis:
Las formas geológicas evolucionan en la geósfera
a partir de la tierra, los océanos y la atmósfera.
Las formas de vida evolucionan en la biósfera a partir
de toda la materia viviente.
Las formas de pensamiento
evolucionan en la noósfera a partir de todas las mentes conscientes.
La armonía de estas tres esferas interactuando en resonancia
constituye un modelo de organismo planetario (Ralph Abraham, Caos, Eros y Gaia).
Los campos morfogenéticos
explicarían porqué algunos descubrimientos se resuelven
simultáneamente entre investigadores que nunca se conectaron
entre sí. La revolución neolítica sucedió
simultáneamente entre culturas diferentes y alejadas. Cuando
los homínidos se hicieron conscientes de sí mismos,
este salto evolutivo “cristalizó” en toda la conciencia
de la especie como un frente evolutivo.
Se podría
postular que la aparición de las bacterias primitivas también
ocurrió simultáneamente en todo el planeta.
Asimismo y por
la no-localidad sobre la que estaría edificado el universo,
la evolución como un proceso de creciente complejidad de la
materia y concentración de la conciencia podría operar
simultáneamente en un universo “profundamente interconectado”.
Esto lleva a concluir
que tal vez otras formas de vida inteligente que pueblan el cosmos
se encuentran en un estadio evolutivo proporcional al desarrollo de
la conciencia en la Tierra y que aún no haya habido ningún
tipo de encuentro entre habitantes de distintos mundos pues no hemos
evolucionado lo suficiente, y además que estos encuentros no
se conseguirán a través de un desarrollo de tecnología
aeroespacial o de radiocomunicaciones, sino por expansión de
la conciencia y no sólo de una especie sino de todo el planeta
concebido orgánicamente y que lentamente exuda una noósfera.
“El océano
oscuro habitado por otras inteligencias no está hecho fundamentalmente
de espacio sino de tiempo” (Timothy Ferris, Informe
sobre el Universo, 1999).
Por el momento tenemos una sola Tierra, un solo tipo de vida y
una forma de consciencia reflexiva, que, según lo expuesto
hasta aquí, reflejaría de algún modo cómo
es el universo, cuáles son sus leyes y sus interconexiones.
El complejo movimiento de los cuerpos del sistema solar provoca
cambios decisivos en el clima terrestre. El comportamiento caótico
del clima terrestre desencadena procesos históricos, como por
ejemplo los efectos del cambio climático de hace 12000 años
hacia temperaturas templadas que potenció el desarrollo de
la agricultura, y también los cambios sociales de hace 6000
años (la rueda, la escritura, la urbanización y el patriarcado)
fueron impulsados por un proceso de desertificación.
Completando el círculo,
la sociedad humana contribuye al caos en el sistema solar a través
de cambios provocados sobre el albedo del planeta y lanzando metales
al espacio. La quema de combustibles fósiles afecta al clima
y esto incide sobre la radiación y reflexión de energía
en el espacio y aunque sean influencias secundarias ahora sabemos
que pequeñas causas pueden tener grandes consecuencias.
Los movimientos del sistema
solar impulsan cambios climáticos que imprimen un movimiento
civilizatorio que devuelve caos al sistema solar (Ralph Abraham, Caos,
Eros y Gaia).
Intentar comprender la estructura, funcionamiento e historia de
nuestro sistema solar como un conjunto, es necesario para comprender
la vida, pues nuestro planeta no está aislado de las múltiples
influencias físicas y metafísicas de todos los cuerpos
que orbitan en torno al Sol.
En esta perspectiva el sistema solar, al igual que la Tierra, poseería
un sistema homeostático y funcionaría como si fuese
un organismo cuya complejidad se nos escapa, pero cuyas pulsaciones
nos influyen decisivamente y cuando digo “nos” me refiero
a toda la vida terrestre observada en su dimensión espacio-temporal.
“...la mayoría
de los planetas que no han cobrado vida por sus propios medios deben
jugar algún papel importante en el mantenimiento de la vida
en sus galaxias” (Elisabet Sahtouris, Gaia, la Tierra
viviente, Ed. Planeta, 1994).
¿Por dónde
seguirá la evolución? Se me ocurre analizar una de las
innumerables posibilidades que tiene la Vida en continuar su ascenso.
Si tomo como base
el desarrollo de los primeros animales macroscópicos, una de
las estructuras más exitosas que dio la vida a principios del
Cámbrco fueron los Trilobites, unos artrópodos marinos
articulados que se diversificaron y evolucionaron hasta bien entrado
el período Devónico.
Antes que los Trilobites
llegaran a su máxima expansión y evolución ya
comenzaban a perfilarse los primitivos peces cordados que con el tiempo
darían lugar a una rama verdaderamente exitosa, la de los vertebrados.
Así, durante buena parte del Paleozoico, los peces fueron la
expresión más evolucionada de la vida. Sin embargo,
antes de alcanzar su esplendor, una línea nueva se desprendió
de los peces crosopterigios para dar lugar a los primitivos anfibios,
que fueron los primeros vertebrados que poblaron tierra firme a mediados
del período Devónico.
Posteriormente, a
mediados del Carbonífero, aparecieron los primeros reptiles
con una estructura básica similar a la de los anfibios pero
portando la gran novedad de la evolución: el huevo que independizó
a los vertebrados del medio acuático para conquistar las tierras
emergidas y expandirse durante el Pérmico.
Mucho antes de que
los reptiles alcanzaran su máximo grado de evolución
expresado en el imperio de los dinosaurios, se desprendió durante
el Triásico, a partir de reptiles no-dinosaurios (teromorfos),
la línea que finalmente daría lugar a los mamíferos.
Por su parte las aves se escindieron muchos millones de años
después, durante el Jurásico, a partir de reptiles dinosaurios.
Luego de la gran
extinción de fin del Cretácico que acabó con
el imperio de los reptiles, los mamíferos y las aves (que son
en rigor los dinosaurios sobrevivientes) se desplegaron durante todo
el Cenozoico aunque la evolución se ha manifestado con más
diversidad y profusión en los mamíferos.
Vista en esta perspectiva,
las aves se nos aparecen como la expresión más “juvenil”
de la evolución y la que tal vez tenga más posibilidades
en el futuro.
También es
interesante considerar que si las células primordiales se originaron
en las profundidades marinas (como sostienen algunos investigadores)
y que luego fueron evolucionando a medida que obtenían provecho
de la luz solar en aguas menos profundas, pasando por los animales
primitivos que prefirieron aguas someras, hasta los que finalmente
conquistaron la tierra, da la sensación de que la vida evoluciona
“hacia lo alto”. Por esto, ¿no serán las
aves los seres predestinados a conquistar el grado más elevado
de la evolución?
Esta especulación es útil para quitar al hombre del
centro de la escena y poder mirar el mundo desde una óptica
“desantropomorfizada”, entendiendo que vivimos en un universo
que posee una trama entretejida de vibraciones que se manifiestan
en espacio y tiempo, materia y energía, consciencia y vida,
en un dinamismo vertiginoso cuyas leyes recién comenzamos a
vislumbrar algunas criaturas inteligentes desparramadas por el cosmos
a quienes nos faltan eones de evolución para aprehender cabalmente
este enorme misterio, sentirlo plenamente, vivir la alegría
de ser una hebra de la gran trama espacio-temporal y poder compartirlo
con otras inteligencias.
Por ahora aceptemos las limitaciones y tratemos de intuir cuál
es la mejor manera de vivir para que nuestras elecciones personales
nos conviertan en una hebra del gran tejido y no en una pelusa desechable.