* * * Capítulo 2* * *
El Vértigo de la Duración
Cuando inicié
la carrera de Geología en la Universidad Nacional de Córdoba,
junto al grupo de estudiantes novatos que luego fueron mis compañeros/as
y amigos/as durante toda la carrera, entendimos que el concepto más
difícil de asimilar es sin duda la comprensión cabal
de la profundidad de la Duración, la real dimensión
del pasado, un abismo de tiempo que, como geólogos, es decir,
historiadores del planeta, debemos desentrañar y completar,
pues si bien existe un esquema general de grandes acontecimientos
que han sucedido desde los primeros tiempos de la existencia de la
Tierra, el rompecabezas recién comienza a tener sus formas
insinuadas y, por sobre todo, se nos escapan muchas de las causas
desencadenantes de estos sucesos. Para los lectores no familiarizados
con las magnitudes temporales a escala geológica, es útil
hacer la comparación de toda la historia de la Tierra con la
duración de un día de 24 horas:
Así, a la
era Arqueozoica le corresponderían más de 12 horas,
al Proterozoico unas 9 horas. La era Primaria o Paleozoico no habría
comenzado hasta las 9 de la noche y duraría menos de 2 horas,
la era Secundaria o Mesozoico daría comienzo poco antes de
las 11 de la noche y duraría menos de una hora. El Terciario
o Cenozoico apenas duraría 20 minutos y la era Cuaternaria
(Antropozoico) abarca los últimos 40 segundos de este día
mientras que la existencia del homo sapiens, 10 segundos y la historia
completa de la humanidad cabría dentro del último segundo
del “día”.
Los Factores Telúrico – Cósmicos
Antes de avanzar
vamos a definir en detalle la combinación de factores que influyen
en la evolución biogeológica planetaria.
Gravedad: la intensidad de
la gravedad debe ser considerada una constante si no queremos tirar
todas las teorías cosmológicas a la basura y empezar
de nuevo, entonces dejemos tranquila a la constante gravitatoria por
lo menos en el espacio y ya veremos si en el tiempo.
Más allá
de la constancia de la intensidad de la gravedad universal, existen
tensiones locales como las relaciones gravitatorias entre los cuerpos
del sistema solar. El Sol está perdiendo masa a medida que
fusiona átomos a un ritmo que no podemos saber si es constante
o irregular en grandes períodos de tiempo; sin embargo podemos
especular que a determinados quantos de pérdida de masa
del Sol, las resonancias gravitatorias podrían modificar ciertos
parámetros planetarios como velocidad, posición de la
órbita, excentricidad e inclinación del plano orbital,
momento angular, inclinación del eje planetario entre otros
parámetros, igualmente válidos para los satélites
naturales. En el caso de la Luna, cualquier modificación de
estas variables tendría fuertes influencias sobre la Tierra.
Actividad Solar: la actividad del Sol, sabemos, tiene influencia decisiva para
la vida en la Tierra. De lo que no estamos seguros si tomamos largos
períodos de tiempo, es cuán variable puede ser la intensidad
de la radiación emitida por nuestra estrella en forma de luz,
calor y rayos cósmicos.
Las manchas solares
producidas por el campo magnético del Sol influencian cíclicamente
en el clima terrestre con aumento y disminución de su actividad
cada más o menos 23 años. La energía
emanada del astro provoca un flujo de partículas y rayos que
barren todo el sistema solar llamado “viento solar”. El
campo magnético de la Tierra protege a nuestra atmósfera
de este flujo continuo, que de otra manera erosionaría sus
capas superiores y provocaría un mayor impacto de la radiación
sobre la superficie terrestre y también desvía parte
de las eventuales emisiones de masa coronaria que cada tanto emergen
del Sol en impresionantes explosiones.
La actividad termonuclear
del Sol está en aumento desde el origen mismo del sistema solar;
como todas las estrellas, a medida que envejecen estos inmensos hornos
termonucleares se vuelven cada vez más calientes debido a que
la fusión nuclear genera átomos más pesados que
provocan un aumento de la densidad de materia y de la gravedad en
su interior lo cual genera más fusión en una realimentación
positiva ininterrumpida. Se considera que el sol emite actualmente
un 30% más de radiación que durante sus primeros eones
de vida, a pesar de lo cual el rango de temperatura superficial de
la Tierra se ha mantenido en valores muy favorables para la vida,
fundamentalmente gracias a la actividad de algas y bacterias en los
océanos y a la interrelación de toda la biósfera
con su ambiente; este es uno de los ejemplos de homeostasis del organismo
Tierra.
Magnetismo terrestre: El campo magnético terrestre se origina posiblemente en
el núcleo interno del planeta del cual sabemos muy poco; la
hipótesis dominante nos dice que el núcleo interno de
la Tierra estaría constituido de hierro y níquel en
estado sólido y con una densidad superior a la del mercurio
por las inmensas presiones a la que está sometida la materia
en el interior de la Tierra; de todas maneras es difícil imaginar
el estado de la materia a enormes presiones y temperaturas por lo
que no debemos descartar que en el núcleo terrestre existan
procesos muy complejos que podrían incluir reacciones termonucleares.
La materia del núcleo
externo se comporta como si fuese un líquido de altísima
densidad, debido a lo cual el núcleo interno podría
girar con cierta independencia del resto del planeta. Los estudios
por la propagación de las ondas sísmicas indican que
el núcleo interno gira apenas más rápido que
las capas exteriores. Esto sería suficiente para generar una
corriente electromagnética cuyas líneas de fuerza salen
por el polo sur y entran por el polo norte generando un campo de fuerzas
que, como ya dijimos, nos protege del viento solar y de las emisiones
de masa coronaria.
La propiedad más
sorprendente del campo magnético terrestre es que cada tanto
invierte su polaridad. Esto ha sido bien determinado por estudios
mineralógicos sobre lavas que contienen minerales magnéticos
que cristalizan en forma tabular y quedan orientados de acuerdo a
la polaridad magnética del momento. La datación muy
precisa por radimetría de la edad de estas lavas nos da un
panorama bastante ajustado de las variaciones de la polaridad del
campo magnético terrestre, al menos en los últimos 5
millones de años (recordemos que
la Tierra tiene unos 4.500 millones de años y la vida 3.800
ma.). Estos cambios de polaridad no tienen una recurrencia cíclica
pero podemos decir que los períodos más cortos rondarían
los 15.000 años mientras que los
más extensos entre una inversión y otra están
en el orden de los 700.000 años.
Desconocemos qué
circunstancias desencadenan una inversión de polaridad, pero
desde que sabemos que el núcleo interno tiene un movimiento
independiente, es fácil inferir que si la relación de
velocidad entre el núcleo y las capas superiores se invirtiera,
es decir si ahora la corteza y el manto terrestres sobrepasaran la
velocidad del núcleo interno, el campo de fuerzas invertiría
su polaridad. Las causas de estos supuestos cambios de velocidad habría
que buscarlas en el cosmos: impactos de grandes meteoritos o fenómenos
gravitatorios complejos.
Desde la última
vez que se invirtió la polaridad magnética han pasado
casi 700.000 años, por lo que no es
descabellado pensar que nuestra civilización pueda ser testigo
de un acontecimiento de esta magnitud. La última vez que esto
ocurrió los hombres primitivos ya habían comenzado la
colonización de Europa y si bien algunos autores han asociado
la inversión de la polaridad del campo magnético terrestre
con mutaciones biológicas, este fenómeno no obstaculizó
la evolución de nuestros ancestros.
Ahora bien, nuestra
civilización tecnológica se puede ver fuertemente afectada
ante un hecho de estas características pues es muy probable
que durante la inversión de su polaridad, el campo magnético
terrestre se debilite lo suficiente como para que el viento solar
incida fuertemente en la ionósfera, lo cual podría tener
consecuencias desastrosas para las radiocomunicaciones, mientras que
el aumento de radiación ultravioleta en la superficie sumado
al deterioro de la capa de ozono, impactarían negativamente
en la ya de por sí debilitada salud del “hombre industrial”.
Movimientos tectónicos: la llamada tectónica
de placas es el modelo actualmente aceptado que explica los procesos
orogénicos (de formación de montañas) a partir
de la deriva continental, esto es, los continentes que forman parte
de la corteza terrestre y que son más rígidos y de menor
densidad que las capas del manto subyacente, se desplazan muy lentamente
impulsados, según la teoría, por corrientes de convección
que se originarían en el manto profundo, ascenderían
por efectos del calor interno y al llegar a la corteza rígida
se desplazarían lateralmente para luego hundirse nuevamente
en el manto al volverse más pesadas por enfriamiento; todo
este proceso genera zonas de creación de nueva corteza, como
en la dorsal meso atlántica, y zonas de destrucción
cuando una placa se hunde por debajo de otra (como en la fosa sudamericana
del Pacífico).
Lo que no es sencillo
determinar es cuán constantes pueden ser estos mecanismos en
el tiempo y qué factores podrían ser los desencadenantes
de una aceleración o detención de los mismos y qué
consecuencias podría acarrear esto en la evolución de
la biogeología terrestre.
Cuando era estudiante, siempre tuve el interrogante acerca de si la
rotación terrestre no tendría peso en los procesos tectónicos,
y siempre que pregunté a mis profesores sobre el tema obtuve
contundentes negativas que no lograron convencerme del todo. A lo
largo de los años, tampoco yo he podido responderme, pero desde
que se descubrió la diferencia de velocidad entre el núcleo
interno y el resto del planeta, mi pregunta se vuelve cada vez más
sensata y aunque no tengo la respuesta, sí puedo extraer una
conclusión: hay algo más que las corrientes de convección
en el manto que impulsa a la tectónica global.
Últimamente también me he preguntado si un cometa o asteroide de algunos Km. de diámetro viajando
a varios Km/seg que impacte en la superficie terrestre provocaría
grandes desplazamientos de materia en el manto, pudiendo afectar significativamente
las corrientes de convección y la rotación de las capas
exteriores del planeta en relación a su núcleo, y si
todo esto impulsaría un ciclo de deformaciones y rupturas en
el sistema de placas (una orogénesis), con tendencia a atenuarse
a lo largo de muchos millones de años. También un acontecimiento
de esta envergadura podría influenciar los mecanismos que dan
origen al campo magnético terrestre.
Clima global: La paleoclimatología terrestre es una ciencia apasionante
aunque inevitablemente imprecisa a medida que nos alejamos del presente.
A grandes rasgos podemos decir que los únicos cambios climáticos
globales de gran trascendencia son las glaciaciones: épocas
en que los casquetes glaciales ocupan una porción importante
de la superficie del planeta. Los primeros indicios de glaciación
aparecen en el registro geológico en rocas de hace unos 2200
ma. Aparentemente la aparición de oxígeno libre en la
atmósfera del periodo Proterozoico provocó un importante
descenso de la temperatura superficial.
Posteriormente, entre
850 y 600 ma. se produjeron cuatro grandes glaciaciones que, según
algunos autores, fueron las más rigurosas de la historia del
planeta, llegando algunos a especular que la Tierra quedó completamente
recubierta de hielo. Y fue justamente después de estos impresionantes
cambios climáticos (la Tierra estuvo sometida a estados de
congelación alternando con estados de invernadero) que se produjo
uno de los misterios más grandes de la evolución de
la vida: la eclosión de formas de vida macroscópicas
hace 570 ma. cuyas fases previas ciertos autores llaman “radiación
ediacarense”.
Durante el Paleozoico
el clima fue aparentemente más estable con un gradual
incremento de la temperatura superficial hasta culminar hacia finales
del Carbonífero y principios del Pérmico en un clima
francamente tropical; sobreviene hacia el final del Pérmico
un cambio importante al fusionarse los tres principales continentes
existentes durante el Paleozoico (Nordatlántico, Angara y Gondwana)
en el supercontinente denominado Pangea lo cual dio lugar a un clima
mucho más seco en las zonas ecuatoriales y eventos glaciales
en el sur.
Coincidentemente
se produce la principal extinción en masa del Fanerozoico siendo
una de sus características la desaparición de gran parte
de la cubierta vegetal lo cual ocasionó un importante cambio
en los regímenes fluviales. Durante el Mesozoico y Cenozoico,
el clima volvió a ser más cálido y más
húmedo, con escasas variaciones hasta que comenzó a
enfriarse en los últimos millones de años de la era
Terciaria hasta culminar con las glaciaciones cuaternarias de las
cuales fueron testigos nuestros ancestros cavernícolas.
Hace más
de un siglo los científicos se preguntaban, ¿que provocó
las edades glaciales? Matemáticos, geólogos, ingenieros
y meteorólogos entre los que se cuentan Joseph Adhemar, Urbain
Leverrier, James Croll, Ludwig Pilgrim, Milutan Milankovitch, Wladimir
Koppen y Alfred Wegener, hicieron grandes esfuerzos por responder
esta pregunta.
Fue Milankovitch
(1920) quien, partiendo de los trabajos de Adhemar y Pilgrim, encontró
que tres movimientos combinados de la Tierra serían los responsables
de hacer variar la absorción de radiación solar por
nuestro planeta. Estos movimientos son el alargamiento y relajación
de la excentricidad de la órbita terrestre con un ciclo del
orden de los 100 mil años; la variación en la inclinación
del eje terrestre entre 22 y 24 grados en un ciclo del orden de los
41 mil años y la precesión de los equinoccios cada 25
mil años. El estudio de testigos de hielo de perforaciones
realizadas en Groenlandia en la década del ’90 confirmó
la teoría de Milankovitch, al menos para las glaciaciones cuaternarias.
Actualmente un
grupo de científicos europeos está realizando estudios
en la Antártida sobre testigos de hielo extraídos de
una perforación que alcanzará los 3.000 mts. De profundidad.
De esta manera se está obteniendo un registro de las variaciones
climáticas del último millón de años,
analizando burbujas de aire “fósil” atrapadas en
el hielo. La principal conclusión obtenida es la corta duración
de los períodos templados (entre 10 mil y 15 mil años)
comparados con los periodos fríos. Aparentemente el interglacial
más largo fue de 28 mil años hace alrededor de 420 mil
años.
Breve Historia de un Viejo Planeta
Desde niño
tuve una inclinación hacia las ciencias naturales con predilección
por la Astronomía y la Paleontología. Cuando tenía
12 años, llegó a mis manos Viaje al Centro de la
Tierra de Julio Verne y quedé fascinado tanto por la aventura
como por la descripción de las eras geológicas y, sin
saberlo yo entonces, la magia del gran escritor francés había
predestinado mi profesión: antes de terminar el colegio secundario
ya había decidido seguir la carrera de geología, y mientras
fui estudiante comprendí que el principal rol del geólogo
es elucidar la historia de nuestro planeta.
A grandes rasgos
y de manera muy simplificada se podría resumir la historia
de la Tierra como sigue:
4600 ± 100 a 3850 ± 100 (siempre en
millones de años)
Período
denominado “Hadiano” por muchos autores pues se supone
que la Tierra estaba generando su primera corteza, con procesos de
diferenciación de núcleo y manto, formación de
atmósfera e hidrósfera, a lo que se suma el continuo
bombardeo de grandes cuerpos (meteoritos y cometas) en un dinamismo
caótico que seguramente impidió la formación
de vida, aunque preparó el terreno para su posterior aparición.
3850 ± 100 a 3030 ± 50
Arqueozoico Temprano:
algunos investigadores opinan que la Luna se habría formado
al inicio de esta era, tal vez por el impacto de un planetoide que
arrancó una porción de masa terrestre que se condensó
y comenzó a orbitar la Tierra. Es seguro que a partir de que
la Tierra tuvo a su satélite sus condiciones orbitales se estabilizaron
lo suficiente como para que surgieran patrones climáticos definidos.
La Luna tiene algunas
particularidades que la hacen un satélite muy especial: es
muy grande en comparación con la masa del planeta que orbita,
pero no lo suficiente como para condicionar la rotación planetaria
como el caso del par Plutón – Caronte; es el satélite
más cercano al Sol y su plano orbital en lugar de seguir el
ecuador planetario, coincide con el plano orbital de los planetas
alrededor del Sol. También es muy probable que la Luna en sus
comienzos estuviera bastante más cerca de la Tierra y que desde
entonces se haya estado alejando.
Entonces
imaginemos a nuestra Tierra de hace 3800 millones de años con
su satélite enorme y luminoso (por su cercanía) con
un Sol también enorme aunque más “frío”
y con una situación orbital diferente, tal vez con días
y noches más largos y un año más corto, con escasas
tierras emergidas, gran actividad volcánica, magnetismo más
débil lo cual implicaría mayor ingreso de radiaciones,
una atmósfera sin oxígeno y posiblemente más
densa, hidrósfera menos salina, y sin cubierta vegetal en los
continentes, todo esto implicando una climatología completamente
diferente y casi inimaginable.
Imaginemos pues,
un sistema solar bastante diferente al actual, tal vez más
comprimido, con otra disposición de sus componentes planetarios,
satelitales, de cometas y asteroides ocupando regiones distintas de
las actuales; en este contexto ocurre uno de los acontecimientos clave
de la historia de la Tierra y tal vez del Universo: la aparición
de la Vida.
Las peculiares
condiciones telúrico – cósmicas que ocasionaron
tan grande acontecimiento, aparentemente se mantuvieron durante varios
cientos de millones de años, lo cual permitió la evolución
de las bacterias primitivas.
3030 ± 50 a 2200 ± 50
Arqueozoico tardío:
Hasta el inicio de este período las bacterias primitivas eran
procariotas anaeróbicas, es decir diminutos organismos unicelulares
sin núcleo que medraban en un medio sin oxígeno.
Al inicio de esta
etapa el entorno ambiental permitió el desarrollo de las primitivas
células eucariotas a partir de un proceso endosimbiótico
que ensambló bacterias primitivas en un “organismo”
más complejo y mucho más voluminoso. Estos nuevos microorganismos
unicelulares poseyeron un incipiente metabolismo lo cual les permitió
tomar más energía de su entorno y obtener un mayor potencial
de reproducción y supervivencia; aunque ignoro qué factores
telúrico – cósmicos habrán potenciado este
salto evolutivo, lo cierto es que durante los 800 ma. subsiguientes
los microorganismos eucariotas evolucionaron, se diversificaron y
multiplicaron lo suficiente como para comenzar a producir cambios
geoquímicos de vital importancia para la evolución de
la atmósfera, los océanos y los sedimentos marinos.
2200 ± 50 a 1400 ± 50
Proterozoico temprano:
El éxito de las cianobacterias, organismos fotosintetizadores
que supieron aprovechar la energía solar para obtener su alimento,
terminó por desencadenar uno de los acontecimientos más
importantes de la evolución de la Tierra: la aparición
de oxígeno molecular en la atmósfera, hecho que marca
el fin del período Arqueozoico.
Esta “crisis
del oxígeno” fue catastrófica para la vida anaeróbica
que lentamente se fue refugiando en los cada vez más reducidos
ecosistemas anóxicos, mientras que la temperatura superficial
descendió lo suficiente como para producir los primeros períodos
glaciales de que se tiene noticia, la llamada glaciación de
Gowganda.
Los microorganismos
que se adaptaron exitosamente a estos cambios supieron aprovechar
la abundancia de iones de calcio en los océanos transformándolo
en carbonato insoluble que finalmente se depositaba en el fondo oceánico
como roca caliza. El geólogo Don Anderson ha sugerido que este
proceso es un factor clave del movimiento de la corteza terrestre
y propuso que el mecanismo de la tectónica de placas pudo haber
sido desencadenado por la evolución de la vida generadora de
caliza.
1400 ± 50 a 570
Proterozoico tardío:
Considerando que la Tierra posee un sistema homeostático de
regulación de la temperatura superficial en rangos favorables
para la vida y que el Sol en su evolución irradia cada vez
más calor, al iniciarse esta era, la vida casi no necesitó
de ningún “esfuerzo” para mantener la temperatura
superficial en rangos tolerables: durante los tiempos intermedios
del Proterozoico, hace unos 1500 ma., la radiación solar era
justo la precisa para los organismos vivientes; esto, sumado quizá
a otros factores que por ahora ignoramos, favoreció otro salto
evolutivo para la vida: la aparición de microorganismos pluricelulares
que no encontraron ningún inconveniente para multiplicarse
y diversificarse durante los 600 ma. siguientes.
Pero algo descomunal
ocurrió hace unos 760 ma. que alteró profundamente los
parámetros climatológicos globales y la evolución
de la vida. Según Hoffman y Schrag (Investigación
y Ciencia, Marzo de 2000), la Tierra sufrió las glaciaciones
más severas de su historia llegando a estados de congelamiento
de toda su superficie (la llamada “Tierra en bola de nieve”),
alternando con períodos de invernadero; este ciclo aparentemente
se repitió cuatro veces en 190 ma. y habría sido el
motor de la diversificación de la vida pluricelular que explotó
en el inicio del Cámbrico con una increíble irradiación
evolutiva.
570 hasta hoy
Fanerozoico: Durante
más de 3000 millones de años la vida, aunque diversa
y abundante, no había podido desarrollarse más allá
de lo microscópico. En menos de 25 ma. aparecieron una enorme
profusión de organismos macroscópicos capaces de aprovechar
al máximo los cambios producidos en la química de los
océanos y acceder a nuevas estrategias alimentarias incluyendo
el heterotrofismo (consumo de otros organismos).
Todo lo que sabemos
sobre la evolución de la vida y de la geología
de la Tierra proviene del estudio de estos últimos 570 ma.
por la información invalorable que nos dan los fósiles
para establecer edades, climas, ambientes sedimentarios y un cúmulo
de datos que nos permiten seguir con cierto grado de certeza la historia
de la Tierra. Durante esta etapa se desplegó el árbol
de la vida en toda su complejidad desde los primitivos trilobites
hasta el sofisticado megaterio.
Durante el Cámbrico
y Ordovícico, las placas tectónicas correspondientes
a la India, América del Sur, Australia, Africa y la Antártida,
se agruparon formando el supercontinente de Gondwana que durante todo
el Paleozoico existió en el hemisferio Sur, mientras que las
placas correspondientes a América del Norte y Europa ocupaban
posiciones tropicales y el continente asiático estaba dividido
por mares epicontinentales.
En esta etapa se
desarrollaron y diversificaron organismos macroscópicos marinos,
delineándose toda la filogenia de la vida incluyendo a los
vertebrados primitivos. En los continentes sólo proliferaban
líquenes y organismos parecidos a los miriápodos que
excavaban en los terrenos pantanosos. El fin del Ordovícico
está señalado por la primera extinción en masa
del Fanerozoico con la desaparición del 57% de los géneros
existentes.
Durante el Silúrico
los artrópodos primitivos iniciaron su avance hacia los continentes
apareciendo los primeros seres de respiración aérea
y las primeras plantas (vasculares, sin diferenciación entre
hojas y tallos). Posteriormente, en el Devónico, evolucionaron
los primeros insectos y aparecieron los anfibios primitivos y las
plantas leñosas; hacia el final de este período se encuentran
los fósiles más antiguos de helechos y árboles
de tronco escamoso de hasta 60 cm. de diámetro que proliferaron
en los tres continentes: Noratlántico y Angara al norte y Gondwana
al sur.
Durante el Carbonífero
el clima continuó siendo cálido y húmedo lo cual
favoreció la gran diversificación de invertebrados terrestres,
anfibios y plantas, desarrollándose los primeros bosques extensos
de coníferas; los vertebrados dan el gran salto evolutivo al
aparecer los primeros amniotas que iniciaron la conquista de la tierra
firme. Estos primitivos reptiles, gracias al desarrollo del huevo,
se independizaron del medio acuático.
Así, durante
el Pérmico se diversificaron surgiendo los ancestros de lagartos,
dinosaurios y reptiles mamiferoides; la vegetación estaba representada
por coníferas y helechos muy desarrollados. El final de la
era Paleozoica fue extremadamente convulsionada por enormes procesos
volcánicos y magmáticos respondiendo a la fusión
de todos las placas en el supercontinente denominado Pangea; el clima
se tornó templado y seco, en el hemisferio sur se producen
algunas glaciaciones y culmina con la mayor extinción masiva
conocida: desapareció casi el 90% de las formas de vida de
la época.
Comienza la era
Mesozoica iniciándose el lento desmembramiento de Pangea apareciendo
una extensa zona de “rift” (expansión de la corteza)
entre Gondwana y Noratlantis donde se depositaron grandes cantidades
de areniscas rojas continentales características del Triásico.
Comenzó
lentamente la recuperación de la flora y fauna diezmada al
fin del Pérmico pero con un grado más complejo de evolución:
antes de la gran extinción, la mayoría de los invertebrados
marinos vivían fijos al fondo, luego de la catástrofe
del fin del Pérmico la reorganización ecológica
favoreció el desarrollo de lo organismos móviles, cuyos
representantes más conspicuos fueron los ammonites, fauna dominante
en los mares mesozoicos.
Durante el Triásico
abundaron los árboles perenniformes en un clima más
bien cálido y comenzaron a evolucionar los dinosaurios cuyos
primitivos representantes eran pequeños cuadrúpedos;
los reptiles también se adaptaron a la vida marina apareciendo
los ictiosaurios y plesiosaurios. Hacia el final evolucionan los primeros
mamíferos implacentados.
Ya en el Jurásico
el rift ecuatorial de Pangea se convierte en el mar de Tetis dando
lugar a los dos supercontinentes: Gondwana al sur y Laurasia al norte
que continúan desmembrándose lentamente en placas menos
extensas.
A mediados del
Jurásico el clima se torna cálido y húmedo, se
abrieron mares poco profundos lo cual permitió el enriquecimiento
de la fauna marina que sin embargo sufrió importantes extinciones
por la intensa actividad magmática y volcánica. Aparecen
entonces las primeras plantas con flores y se produce la gran diversificación
de los dinosaurios fundamentalmente debido al cambio climático
que favoreció la aparición de abundante vegetación.
En ecosistemas
restringidos continuó el desarrollo de pequeños mamíferos
y hacia el final de este período aparecen las primitivas aves
que evolucionaron de ancestros dinosaurios.
En el Cretácico,
la deriva de Africa y la India hacia el norte estrecharon al mar de
Tetis, mientras América del Sur se separaba de Africa, América
del Norte derivaba hacia el oeste y la Antártida y Australia,
aún unidas, hacia el sur.
Desde mediados
y hasta el fin de este período el nivel del mar fue en aumento
estimándose que la superficie de las tierras emergidas era
un tercio menos que la actual. El régimen de corrientes marinas
impidió la formación de casquetes glaciales produciéndose
una relativa homogenización de la distribución de la
temperatura superficial llegando el clima subtropical hasta latitudes
árticas. En este clima los dinosaurios dominan la Tierra medrando
en bosques húmedos exuberantes. Hacia el final de este período
se produce otra extinción masiva catastrófica, tal vez
producida por el impacto de un cometa con nuestro planeta.
Esta catástrofe
marca el inicio de la era Cenozoica. Durante los períodos Paleoceno
y Eoceno, continúa la deriva continental separándose
finalmente Australia de la Antártida produciéndose las
fases más importantes de los plegamientos terciarios que dieron
lugar a las principales cordilleras de la actualidad: Andes, Alpes
e Himalaya.
Al norte de la
dorsal mesoatlántica se produce la separación de Groenlandia
de América del Norte eyectándose ingentes masas de lavas
provenientes del manto durante un espectacular proceso de vulcanismo
cuyos remanentes podemos todavía apreciar en Islandia.
La brusca desaparición
de los principales grupos de reptiles en el final del Cretácico,
permitió que los mamíferos ocuparan todos los nichos
ecológicos lo cual favoreció su desarrollo y diversificación;
hacia el final del Eoceno comenzó la adaptación de algunos
grupos de mamíferos a la vida marina.
Luego, en el período
Oligoceno, el avance de las placas de la India y Arabia hacia el norte,
terminó por cerrar el extremo oriental del mar de Tetis y si
bien el clima continuaba siendo subtropical húmedo, ya se evidenciaba
una tendencia hacia el enfriamiento de la temperatura superficial
del planeta. Se afirma el dominio de los mamíferos apareciendo
especies gigantes como un rinoceronte africano que fue el mamífero
terrestre más grande de todos los tiempos.
En el Mioceno continúa
la tendencia al enfriamiento iniciándose la formación
del casquete de hielo austral favorecido por la aparición de
un sistema de corrientes marinas que aisló a la Antártida
de las corrientes cálidas del resto del mundo. En Europa y
Asia el desarrollo de los primates se evidencia en los grandes simios,
ancestros de los primitivos homínidos.
La geografía
terrestre se modificó escasamente en los últimos 5 ma.
salvo las fluctuaciones del nivel del mar a medida que el clima se
hacía más frío y seco.
En el Plioceno,
de la enorme diversidad de mamíferos, del tronco de los primates
se escindieron ramas específicas que evolucionaron rápidamente:
la de los homínidos, ancestros del homo sapiens, a tal punto
que hace 2,5 ma. coexistieron cuatro especies del género homo.
Ya en el
Pleistoceno se producen los períodos glaciales llegando por
épocas a cubrirse de hielo hasta un 25% de la superficie del
planeta; en los últimos 600 mil años los hielos avanzaron
y retrocedieron cuatro veces con intervalos cálidos llamados
períodos interglaciales.
Hace 13 mil años
finalizó la última glaciación lo cual indica
que o estamos en un período interglacial o el clima buscará
un nuevo estado estacionario. Durante las glaciaciones se produce
la evolución humana partiendo hace unos 3,5 ma. de ancestros
africanos como los Australopithecus, el Homo Erectus que fue la
especie que migró hacia Europa y Asia hace 1 ma., los Neandertal
que hace más de 100 mil años se adaptaron al frío
de la última glaciación y el hombre de Cromagnon que
presenció la extinción de la especie Neanthertal hace
35 mil años, convivió con mamuts y tigres diente de
sable y produjo las primeras obras de arte como por ejemplo las
pinturas rupestres de la cueva de Altamira, colonizando todo el
planeta durante el paleolítico y dando lugar a lo que hoy
llamamos el homo sapiens.